Por Rafael Cerame:
Luego del accidentado proceso electoral del 2020 y transcurridos los primeros seis meses del gobierno de Luis Abinader, resulta oportuno realizar un análisis de la “radiografía” que al momento describe el escenario político dominicano.
En términos gubernamentales, aunque el presidente Luis Abinader ha demostrado saber hacia dónde quiere dirigir la conducción del Estado, no necesariamente se puede decir lo mismo de los principales integrantes de su gabinete. Por momentos, el jefe del estado aparenta moverse a una velocidad mucho más rápida y certera que sus principales ministros, quienes, con algunas destacadas excepciones, proyectan estar aún en etapa de adaptación en sus cargos.
Esa percepción se acentúa por la errática estrategia de comunicación pública originada desde el Palacio Nacional.
Los desafíos inmediatos que el presidente Abinader debe superar son los siguientes: Lograr que el pueblo tenga confianza en sus ejecutorias para enfrentar la pandemia del Covid-19. Reactivar la actividad económica en el país y que ese movimiento comercial, empresarial y turístico se sienta en el bolsillo de todos los dominicanos. Si el gobierno no logra durante el 2021 que se produzca esa reactivación en la economía, los últimos dos años del actual mandato presidencial estarán enmarcados en una profunda crisis social, con un alto costo político para Luís Abinader y el PRM.
Debemos señalar que el historial personal, empresarial y político de Luis Abinader, confirma su gran capacidad, tanto intelectual como emocional, especialmente para lidiar de manera exitosa con situaciones de conflictos. Quienes menosprecien la capacidad como estratega de Luís Abinader, estarán cometiendo un pecado capital en la política. Su proceder en el PRM así lo demuestra, pero más aún, la forma en que está manteniendo a la oposición política fracturada y con dificultades para crecer.
Repasemos el acontecer político desde que Luís Abinader llegó al Palacio Nacional: La ofensiva gubernamental contra Danilo Medina y su entorno, a través de las investigaciones sobre corrupción en la gestión del PLD, mantiene a ese partido desarticulado; reduciendo su fortaleza electoral hasta convertirlo en un rehén del pasado presidente, quien utiliza el partido de la estrella amarilla como un bunker en estado de guerra.
Por otra parte, la arbitraria decisión de la JCE, determinando que sólo el PRM y el PLD serán considerados como partidos mayoritarios, deja sin “fuerza” económica al partido liderado por Leonel Fernández.
De esa forma, en tiempos de gran dificultad para su gobierno, Luis Abinader logra tres objetivos estratégicos fundamentales:
- Mantener desarticulado al PLD, bajo el tóxico liderazgo de Danilo Medina.
- La JCE limita los recursos que facilitarían el desarrollo de la Fuerza del Pueblo como opción electoral para el 2024.
- Mantiene fracturada la oposición, sin que uno de los dos partidos (PLD o Fuerza del Pueblo) pueda emerger con suficiente fortaleza para ganar en el 2024.
Podrán escuchar “estrategas” adjudicarse el éxito electoral de Luis Abinader, pero la realidad es que el mérito le corresponde estrictamente al actual presidente de la República, como también le corresponderá, el resultado de su gestión gubernamental y el derrotero que le depare al PRM camino al 2024.
El mayor problema que se puede divisar en el horizonte para el gobierno, radica en el alto nivel de endeudamiento en que se encuentra el Estado dominicano. Actualmente la deuda pública representa el 72% del Producto Interno Bruto (PIB).
¿Podrá cumplir el Gobierno con los pagos contraídos por esa Deuda durante los próximos tres años? Para eso tendrá que reducir el tamaño de la estructura gubernamental; lograr aumentar los recaudos del Estado y ser más eficiente en la administración pública, haciendo más con menos recursos.
Por otra parte, las posibilidades de éxito que puedan tener los partidos de oposición dependerán de la capacidad que tengan para conectar su mensaje con la mayoría de la sociedad. Un estudio reciente reflejó que en Latinoamérica dos terceras partes de la población no se siente parte de los partidos políticos tradicionales y en esa misma proporción rechazan la forma en que los líderes políticos se conducen.
Es decir, dos terceras partes de la población sienten animosidad hacia la política tradicional. En un escenario como ese, la oposición al gobierno debe ser selectiva en los temas públicos a los cuales le dedica su atención y sobre los cuales debe desarrollar su mensaje al pueblo.
La efectividad en la función de fiscalizar al gobierno no radica en la intensidad y/o estridencia con que se lleva el mensaje, sino en el contenido y forma en que se comunica. En la correcta selección de los temas y en los voceros que se utilicen. Sobre ese particular, al momento, Luis Abinader gobierna sin oposición efectiva.
En República Dominicana, los partidos de oposición y sus principales líderes, concentran sus mensajes y acciones dirigidos hacia un tercio de la población que vive en esa “burbuja” que constituyen las bases de sus organizaciones políticas. En otros tiempos, ese sector era la mayoría de la sociedad, pero no ahora.
Quienes logren desarrollar un mensaje coherente y simple, sobre los temas que constituyen las verdaderas preocupaciones en el diario vivir de las familias dominicanas, y lo comuniquen de una forma inteligente, creativa e innovadora, establecerán una diferencia en la oposición y darán el primer paso en la dirección correcta para enfrentar en el 2024 a un gobierno que las circunstancias económicas anticipan tendrá graves problemas.
Esa es la radiografía del momento que se vive hoy. Esperemos a ver la próxima al finalizar este año. Éxito a la República Dominica.